
Un simio en la ciudad
Mientras que la cultura y la sociedad se han desarrollado a pasos agigantados, los genes que recorren todo nuestro cuerpo siguen evolucionando a la velocidad que les toca por su condición. Una velocidad lenta. Es entonces inevitable que el choque entre lo que eres y cómo vives se haga notar y sientas sus consecuencias.
Con esta idea en mente y viendo las barbaridades que le hacemos a nuestro organismo hoy en día, me decidí a montar una web.
La web es esta, en la que estás leyendo el primer artículo de su blog. Me ha costado, pero aquí la tenemos por fin.
Así que como estamos de estreno, te doy la bienvenida y un gran saludo. A parte, darte las gracias por meterte y leer, o al menos por meterte. Lo de leer a ver si me lo curro para que lo hagas también.
Quiero aprovechar este primer artículo del blog para presentar qué es lo que pretendo con El Gen Deportista y mostrar un poco por dónde van a ir los tiros. Al ser el primero tampoco voy a poner mucha mandanga científica. Ya habrá tiempo para eso.
Como habrás deducido tras leer la apocalíptica introducción, este blog va a hablar sobre la coherencia genética del ser humano. Algo que parece que no importa, pero sí. Más todavía en el actual entorno de sedentarismo, prisas y tecnología a tutipleni.
Así que si consigo que alguien mejore su salud tras pasarse por aquí, o al menos que se replantee ciertas cosas sobre cómo vivimos, habrá servido. Pensar siempre suele estar muy bien, y es barato.
De paso estaría fenomenal no aburrir al personal y lograr algo de entretenimiento. Esto ya va a costar un poco más. ¡Todo sea por la ciencia y el bienestar!
Homo sapiens, la película
Nuestra especie, Homo sapiens, somos unos mamíferos que existimos desde hace unos 200.000 años. Esto ocurrió en África, tras la evolución de otras especies de humanos (género Homo).
Porque humanos ya había antes. La aparición del género Homo, y por tanto de humanos, data de hace 2,5 millones de años. También en África.
Ahí es nada.
Y la verdad es que 200.000 años son un huevo de años (y 2,5 millones ya ni te cuento), pero a su vez son una ridiculez comparada con los más de 3.000 millones de años que lleva la biología y los organismos pioneros dando por saco sobre la faz de la tierra, y estoy redondeando muy a la baja. Todo ese tiempo ha sido de evolución.
Las buenas gentes de Homo sapiens, una especie muy espabilada, somos animales. No están por un lado los bichos y luego los seres humanos por otra parte, sino que toda esa totalidad de especies vamos dentro del saco del reino Animalia. Eso lo compartimos con un mono, una gaviota o un escarabajo. Lo que no somos es una planta o un hongo.
Se ve la diferencia, ¿no?
Bueno, pues como animales que somos, hemos evolucionado de otros animales. En nuestro caso, de otros primates ancestrales. Somos unos simios. Suena raro, pero es verdad. Y cuando te hacen la gracia de decirte que ese chimpancé se parece a ti, razón no falta, porque somos sus primos.
La sociedad del bienestar
Los 200.000 años de historia de nuestra especie nos pueden parecer mucho (o poco, comparado con la historia de la vida). Pero lo que sí que nos va a parecer una mota de polvo entre toda la roña de la estantería, es el tiempo de la evolución cultural.
Las cosas se han ido desarrollando bastante rápido, sobre todo a partir del Neolítico y la revolución agrícola, hace 12.000 años. Y ya en los siglos XX y XXI la velocidad de esa evolución social y cultural ha sido pasmosa.
Una velocidad demasiado alta para que nuestros genes se pudieran adaptar. ¡Es que no da tiempo!
Si nuestra biología se ha tomado, con toda su calma, el tiempo necesario para ir desarrollando animales tan complejos como los de nuestra especie, no le puedes dar unos miles de años para que se adapte a los cambios tan bruscos que hemos creado en el ambiente. Y si metemos en la ecuación la revolución tecnológica, gripa el motor.
Simplemente es que no salen las cuentas.

Segmento de ADN triste y melancólico en el núcleo celular, preguntándose qué habrá hecho en otra vida para que el individuo este le ignore tanto
Cuando pasa esto entramos en una incoherencia. Todo lo que está en nuestras células espera que allá fuera ocurran ciertas cosas, que luego no ocurren. Y al contrario, ocurren cosas que ni por asomo se esperaban. La biología con la que nos hemos creado y nos mantiene con vida no liga con el entorno existente.
Nuestra genética no suele estar en mucha sintonía con los estímulos del mundo moderno. Todo esto genera muchos problemas. Ya lo habrás visto: diabetes, necesidad de sillitas andadoras, problemas de sueño, ansiedad, etc. Es lo que tienen los genes, que afectan a todos los ámbitos de la vida.
La sociedad del bienestar en la que vivimos, con todas sus comodidades y siempre a nuestro gusto, no es para lo que hemos evolucionado. Un ambiente tan constante y controlado nos hace débiles.
Por lo que hemos podido ir aprendiendo, nuestros genes están programados para que vivamos en un entorno más complicado y variado que lo que tenemos ahora. Dicho de otra forma, confían en que ocurra alguna que otra putadilla ocasional y que las cosas no siempre sean perfectas. Esperan vivir en un mundo de contrastes y no una vida uniforme.
Luz y oscuridad; ayuno y saciedad; esfuerzo y descanso; frío y calor. Son buenos ejemplos de lo que necesitamos.
El estilo de vida es la clave aquí. Modificándolo podemos alejarnos o acercarnos a lo que la genética de Homo sapiens espera de ti como persona. Habrá cosas que no podamos cambiar, pero muchas de ellas sí. Otra cosa es que queramos.
No está todo perdido
Menos mal que somos una especie inteligente, y con libre albedrío, y nuestras acciones pueden enmendar mucho mal. En nuestra mano está vivir de una forma más acorde con nuestra biología.
Como ya dije, las consecuencias afectan a multitud de facetas de nuestras vidas. Pero por otro lado, las acciones que podemos realizar para paliar las indeseables consecuencias de no vivir en concordancia con nuestra genética también son numerosas y variopintas.
Podemos tomar cartas en el asunto en el ámbito del movimiento y del ejercicio físico, de la nutrición, del descanso, de las relaciones sociales y contigo mismo/a, del contacto con la naturaleza, de tus horarios… en fin, en muchos campos. No suele ser lo habitual y muchas veces te harán quedar como un bicho raro, pero la salud te lo agradecerá. Y la salud es lo primero, se comenta.
Algunas acciones serán muy simples, como subir andando por las escaleras o acostarte más pronto. No te hablo de mega sacrificios, aunque habrá que ponerle un poco de atención.
Durante la mayoría de nuestra historia como especie hemos habitado entornos de escasez e incomodidad. En los miles de años que pasaron antes de descubrir la agricultura, ni supermercados, ni sofás, ni calefacción ni leches (bueno y después de la agricultura tampoco es que fuera inmediato). Había que moverse, cazar, estar ojo avizor a los depredadores y no quedarse fuera del grupo social. Todo eso es lo que siguen esperando nuestros genes. Y no les damos prácticamente nada.

Una persona que ha leído el blog y se ha puesto a la faena antes de que se le atrofie el culo
Si tratamos de recrear un poco de esa incomodidad, traer al mundo actual un poco de esa hostilidad ancestral implacable (¡toma ya!), nuestras dobles hélices se pondrán más contentas. Que no digo que tengamos que vivir como en el paleolítico, eso tampoco tendría sentido, pero saber de dónde venimos y conocer mejor nuestra biología nos puede traer grandes beneficios ahora mismo.
Yo mismo he ido aplicándome el cuento durante los últimos años y he podido mejorar sustancialmente mi salud. Haciendo ajustes en la alimentación, enfocando el ejercicio de manera más eficaz, moviéndome y cuatro cambios más, el cuerpo lo nota.
Y el cerebro también lo nota, que para algo está hecho de los mismos materiales que el resto del cuerpo.
Ya de paso…
Como sigo teniendo mucho que optimizar, quiero que este blog me sirva como excusa para tener un compromiso mayor con el bienestar y los buenos hábitos. Uno no es perfecto, por supuesto, y hay muchos aspectos en los que me gustaría mejorar. Si por el camino mejoramos alguien más, miel sobre hojuelas.
Así que con este compromiso de progreso, y mirando de reojo al barril de cerveza, comienza aquí la andadura de El Gen Deportista.
Y si quieres, me acompañas. Yo encantado 😉 .